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Rabietas descontroladas en niños: qué debéis hacer como padres

Rabietas descontroladas en niños

Las rabietas descontroladas podrían describirse como una forma de expresión intensa dominada por la ira y la frustración, que puede incluir, llantos, gritos, protestas, pataletas y hasta revolcones por el suelo. Son reacciones normales, entre niños entre 16 meses y 3 años, con más o menos frecuencia según la personalidad del individuo. A veces, se pueden mantener en el tiempo si no se gestionan adecuadamente.

Por qué tu hijo tiene tantas rabietas

Hay niños que tienen rabietas muy a menudo y otros las tienen de vez en cuando, pero hay que recalcar que son perfectamente normales y forman parte del desarrollo emocional de los niños. En esas edades aún no sabe reconocer emociones y mucho menos verbalizarlas, así las rabietas extremas en niños son la forma en la que expresan su frustración o su malestar.

Pueden sobrevenir en muchas situaciones: por hambre, cansancio, incomodidad o por cualquier molestia. Pero sobre todo tienen lugar cuando el pequeño no puede conseguir algo que desea, como la atención de una persona, o un juguete. La frustración es una emoción muy difícil de afrontar y los niños deben ir aprendiendo con el paso del tiempo.

Así pues, podemos entender que las rabietas descontroladas son una personalidad que se encuentra en formación. Los niños intentan comunicar su desacuerdo, pero lo hacen con la impulsividad y la inmadurez propia de su edad. Esto significa que no debemos reprimir estas formas de expresividad, pero a la vez, tampoco podemos permitir a los niños llevarse libremente por sus impulsos. Entonces, ¿qué hacer con las rabietas?

Cómo actuar ante rabietas descontroladas

Cuando se produce una rabieta puede ser complicado actuar, sobre todo con los niños más explosivos. El primer paso es intentar evitar las situaciones que provocan que el niño se descontrole. Dar un rodeo y no pasar por delante de esta tienda de juguetes, por ejemplo.

En el caso de que estén comenzando los primeros síntomas, se puede utilizar una estrategia de despiste, como proponerle un juego u ofrecerle otro estímulo que capte su atención. Esto a veces funciona, otras no sirve para parar lo que ya se ha desencadenado. Llegan los llantos, los puños cerrados, la cara roja: la rabieta hace acto de presencia.

Ignorar

Puede ser difícil ignorar a un niño que llora, grita y patalea, pero hay que tener en cuenta que no se puede razonar con alguien que se encuentra en pleno ataque de ira. Nos pasa a los adultos. Así que toca esperar a que esta intensidad emocional disminuya. Por lo tanto, hay que ignorar su comportamiento, que está siendo negativo. Prestarle atención se interpretaría como un premio, incluso aunque esa atención sea para regañarle.

No darle más vueltas

Las rabietas tienen una duración limitada. A veces pueden ser muy escandalosas, con muchos llantos, y hasta alguna crisis de ansiedad pasajera en los casos más intensos. Pero pasan. Son, sin duda, un mal rato para los padres, y pueden realmente hacerte el día. Sin embargo, aunque por dentro se esté disgustado, no hay que volver a sacar el tema con el niño, simplemente se zanja la cuestión y no se le da más vueltas.

Saber premiar y ceder

A veces los niños tienen rabietas por un motivo lógico, y esto también hay que saber verlo. Es importante saber cuándo ceder, siempre que sea la excepción y no la norma. También hay que premiar el buen comportamiento, de lo contrario los niños llegarán a la conclusión de que solo se les presta atención cuando se portan mal. Las rabietas a los 3 años se irán reduciendo, y a partir de entonces el pequeño empezará a negociar. Entonces entraremos en otra etapa.

 

Si las rabietas descontroladas son muy intensas y continuas, lo mejor es acudir a un psicólogo experto que proporcione a los padres las herramientas más adecuadas para ayudar al niño a manejar sus emociones.